Dra.Paloma Navarro GómezPsiquiatra
Clínica Mediterránea de Neurociencias
El acto de alimentarse, una función fisiológica de nuestro cuerpo
como dormir, se transforma en una forma de vivir y de angustia vital para las
personas con trastornos alimentarios.
Cabe pensar que la anorexia definida por dejar de comer, podría y
lo es, ser distinta en sus síntomas de la bulimia (atracones de comida y
vómitos generalmente). Sin embargo ambas patologías se sustentan y tienen en
común, una relación anormal con el acto de alimentarse y en el miedo a
engordar, la común “obesofobia” y que presentan también muchas personas que no
están enfermas.
Nos encontramos con una adolescencia más temprana que hace años; y
por ello los pacientes que acuden con trastornos alimentarios son cada vez más
jóvenes. La adolescencia entendida como el paso de la infancia a la vida
adulta, hoy en día se presenta desde los 10 años en adelante.
La anorexia, bulimia, obesidad y las adicciones en general, se
“ceban” en esta etapa de la vida tan caótica, la adolescencia, ya que es una
etapa de cambio físico (la aparición de primeros cambios corporales ocurre
entre los 12 y los 14 años, y aún antes) y de madurez sexual y emocional.
El adolescente que vive “mareado” con los cambios en su cuerpo e
intenta desvincularse ligeramente de su familia para irse con los amigos y las
primeras parejas, se encuentra desprotegido en su nueva identidad que está
construyendo. Es ahí donde surgen muchos cuadros de anorexia y también de
bulimia.
Realmente hay similitudes entre ambas patologías (anorexia y bulimia) y es que
nunca en estos cuadros, la causa se reduce al simple hecho de tener un ideal de
belleza, hay algo más sin lugar a dudas.
¡Me niego a comer! No es siempre un cuadro de anorexia, a veces es
rebeldía, de echar un pulso a los padres, otras de querer tener mejor cuerpo y
otras de autoafirmación de la ideantidad. No siempre hay que alarmarse, lo
podemos y debemos respetar, salvo cuando veamos que es permanente, obsesivo en
exceso y que la pérdida de peso es llamativa o los vómitos superan a la
persona. Antes de alarmarse por conductas anorexígenas (dietas) o buleiformes
(vómitos) que pueden ser transitorias, sería útil que las madres conversaran
del tema con sus hijas. Las razones por las que uno deja de alimentarse de
manera suficiente o adelgaza en exceso pueden ser diversas y esto es lo primero
que hay que tener en cuenta para hacer un buen diagnóstico. Un adolescente
deprimido puede no querer comer, pero ahí lo que le ocurre es la depresión como
nuclear.
La anorexia y la bulimia, son dos caras de la misma moneda, en una
no se come nada y en la otra se vómita lo que se come. El caso es son distintas
y parecidas, ambas se apoyan en una angustia de tipo existencial que desborda a
la persona.
Muchas veces aunque nos cueste entenderlo, perder la infancia, ese
cuerpo infantil que pasa a ser un cuerpo adulto, perder la protección de los
padres que sentíamos durante la infancia, hace que en esa etapa de pubertad
aparezca esa actitud regresiva, “negándose” a avanzar y para ello uno deja de
comer y se queda en casa con los papás y su cuerpo de niño en resumen.
Cuando los padres sin darse cuenta, se oponen a la maduración de
sus hijos con excesiva protección están “infantilizándolos” en una etapa donde
lo que les toca es transformarse, protestar, creer que crean unos valores
propios y rebelarse contra la autoridad de los padres. No se debe vivir eso
como un ataque familiar, sino como el proceso normal de maduración personal.
Cada adolescente tiene su ritmo, como dice el dicho popular “hay gente que
madura antes y otra después”. Respetar el ritmo de la persona sin impedir el
crecimiento, esa es la clave, ya que madurar a los 15 años, es igual de normal
que hacerlo a los 11 o 12 años, porque es el propio cuerpo, con la aparición de
los primeros rasgos sexuales femeninos o masculinos quien así lo decide.
Desde hace años desde la psiquiatría se intenta dar respuestas a las causas, y
eso se percibe cuando la familia te pregunta varias veces ¿Por qué me ha tocado
a mí? ¿Qué he hecho mal? La verdad,
buscar culpables es seguir engañándonos. Partir de la base que siempre unos
padres quieren lo mejor para sus hijos, es la verdad. En ese camino de darle al
hijo lo mejor, no hay culpables nunca. Sin embargo hay conflictos, dificultades
de relación familiares y otros motivos que se deben abordar cuando aparece un
cuadro así, de ahí la Terapia Familiar indicada en muchos casos.
Estos trastornos tienen múltiples causas, es así, luego no podemos
decir que la culpa es de la sociedad, de la familia, de la paciente, de aquélla
amiga que le dijo tal cosa, etc. No hay culpa, hay un montón de factores que al
final hacen que surja un trastorno alimentario en un momento dado. Ojalá
tuviéramos un solo factor causal, sería más fácil poder neutralizarlo. Pero lo
que realmente es tranquilizador y optimista es que estos cuadros se terminan
curando casi siempre, de hecho, cronifican del 5 al 7% en adolescentes según
los últimos datos. Por ello debemos de seguir explicando y hablando sobre ellos
para que tanto familiares como profesionales podamos saber más sobre esta
epidemia contagiosa y así ofrecer todos los recursos posibles que tenemos hoy
día desde la Salud Mental.
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