El insomnio es el trastorno del sueño más frecuente;
un trastorno que, con motivo de la actual crisis económica y del mercado
laboral ha visto como su incidencia ha ido aumentando considerablemente en los
últimos años. Su correcto tratamiento requiere tanto medidas farmacológicas
como otras no farmacológicas consistentes en mejorar la higiene del sueño, técnicas
de tipo cognitivo-conductual, control de estímulos,……etc. Pero esto no siempre se hace así, siendo
bastante habitual recurrir a todo tipo de tratamientos “alternativos”.
Cuando
aparecen las primeras dificultades para conciliar o mantener el sueño el
pensamiento inicial es que sólo ha sido una mala noche, con el convencimiento
de que, al día siguiente, el problema se arreglará por sí solo.
Si
esto no ocurre y esa dificultad para dormir se prolonga durante varios días, los
hay que recurren a las terapias naturales o “remedios caseros” (un vaso de leche,
un baño caliente, una infusión de valeriana, …...etc); los hay que se acercan a
la farmacia más cercana en busca de algún medicamento para dormir de esos que
se publicitan en diversos medios y que se pueden adquirir sin receta médica, y
hay quien incluso recurre al alcohol, una de las sustancias que más se han
utilizado como inductor del sueño desde la antigüedad (aunque hoy en día
sabemos que no sólo no mejora el sueño, sino que genera un sueño fragmentado,
superficial y mucho menos reparador). Cualquier cosa es válida para “recuperar el
sueño”.
Ante el escaso éxito de las medidas anteriores no
transcurre mucho tiempo hasta que se toma la decisión (muchas veces sin control
médico) de recurrir a un hipnótico.
Los hipnóticos son los medicamentos más utilizados para
el tratamiento del insomnio, y, a grandes rasgos, los podemos dividir en dos grupos
bien diferenciados: los no benzodiacepinicos (de más reciente aparición y con
menos efectos secundarios) y los benzodiacepínicos. Éstos últimos son todavía en
la actualidad los fármacos más consumidos (en el año 2005 se consumieron en
España más de 50 millones de envases de benzodiacepinas) y cuando se administran
de forma incontrolada, pueden llevarnos al una situación que, en muchas ocasiones, es mucho peor
que el punto de partida.
Cuando
se emplean hipnóticos como tratamiento de un insomnio y su uso se prolonga durante
meses se corre el riesgo de inducir un fenómeno de dependencia y
tolerancia, es decir, vamos
a necesitar aumentar la dosis para volver a conseguir los mismos efectos que al inicio del tratamiento. Si
aumentamos la dosis recuperamos los efectos beneficiosos iniciales sobre el
sueño, pero tendremos una mejoría sólo temporal ya que al cabo de varias
semanas se volverá a generar de nuevo tolerancia.
Si
decidimos “romper esta espiral” y optamos por dejar de tomar el fármaco podemos
encontrarnos con que aparece un insomnio de rebote (por retirada brusca) que es
mucho peor que el insomnio que teníamos inicialmente. En la
sociedad actual priman las soluciones rápidas y si vemos que estamos peor la tendencia es volver de inmediato
al consumo de hipnóticos en un intento de normalizar esta situación.
El
deterioro del sueño poco a poco se hace persistente. El hipnótico ya ha perdido
ese efecto beneficioso sobre el sueño y además, las crecientes dosis
administradas junto con el prolongado tiempo de tratamiento hacen que sus
efectos se alarguen más allá del sueño nocturno y aparezcan efectos no deseados
también durante el día, con somnolencia, lentitud del pensamiento, torpeza,
incoordinación,……etc. . Ahora el problema ya no es sólo por la noche, sino que
se extiende a las 24 horas del día.
En
ocasiones es el propio insomne quien, en un intento desesperado por buscar una
solución, puede empeorar todavía más esta situación, ya que no suele culpar de
todos estos efectos indeseables a una prolongación del efecto del hipnótico
durante el día, sino que, muy al contrario, piensa que durante el día se
encuentra mal porque duerme mal y duerme mal porque probablemente el hipnótico
tenga ya poco efecto y, ante esta circunstancia, la solución que cree más
adecuada para compensar esta falta de eficacia es subir de nuevo la dosis o
añadir un nuevo hipnótico.
La
situación se vuelve desesperante; durante las noches no puede dormir y durante
el día sufre cansancio, somnolencia, cambios de humor, falta de concentración,
irritabilidad,……acompañado de un deterioro en las relaciones personales, familiares
y laborales que puede terminar, en los casos más avanzados, en cuadros de
ansiedad o depresión. Es en este momento
(ahora que el problema es mucho mayor de lo que inicialmente era, y también
mucho más difícil de tratar) cuando la mayoría de los pacientes con insomnio
crónico solicitan consulta médica.
Hay
que intentar evitar entrar en esta dinámica de toma crónica e incontrolada de
hipnóticos para dormir. Si tenemos problemas para conciliar el sueño o para
mantenerlo (con frecuentes despertares a lo largo de la noche) lo más aconsejable
es no automedicarse y consultar desde el principio a su médico sobre cuál debe
ser el tratamiento más indicado para su caso.
Dr.
Javier Brualla
Neurofisiólogo Clínico
Centro de Medicina del Sueño CMN Alicante