miércoles, 19 de diciembre de 2012

El Socioterapeuta: Un ayudador en constante presencia en el ingreso hospitalario.

Reme García Padilla
Socioterapeuta. Unidad de Hospitalización de Salud Mental del Adulto


Dentro de las relaciones de ayuda, la Socioterapia es una nueva  terapia alternativa para personas y grupos que en la CMN hemos integrado en el ámbito de la hospitalización. Esta labor queda personificada en el socioterapeuta, que acompaña al paciente en contacto constante durante todo el ingreso.

En la esencia de la Socioterapia existe una visión humanista que se funda en el respeto por la persona que ingresa, el valor como ser humano, la posibilidad de elegir libremente. Se trata de acompañar a la persona a que vivencie cuál es su modo de transitar la experiencia para que reconozca “lo que es” y pueda así luego aceptarlo.

El acompañamiento socioterapéutico se trata de un proceso de aprendizaje psicosocial que tiene en cuenta a la persona y a la relación dinámica de la misma con su entorno. Es socioeducativo porque se educa “para mostrar lo que es posible”, es experiencial porque se fundamenta en la vivencia, es integrativo porque promueve la integración entre lo que se piensa, lo que se siente y lo que se hace, es holístico puesto que se orienta a tener una comprensión total de la persona que abarca su cuerpo, sus pensamientos, sentimientos, su cultura, sus vivencias y expresiones sociales.

El socioterapeuta intenta que la persona resuelva por sí misma sus propios problemas. El profesional se transforma en un facilitador que acompaña la experiencia del paciente durante todo el ingreso. La persona participa, se hace responsable de su propio proceso, de sus elecciones y aprende qué cosas puede realizar por sí sólo y qué recursos externos le son de  utilidad. Este proceso gira alrededor de las necesidades y los recursos con que cuentan las personas para la satisfacción de las mismas. Al mencionar las necesidades nos referimos a la totalidad de ellas: su derecho a trabajar, una vivienda, a estudiar, a disfrutar de su tiempo libre, de estimarse, de valorarse, de sostener a otros y de ser sostenido, de pertenecer, “de sentirse parte de”, de incluirse, de relacionarse, de lograr vínculos satisfactorios, necesidades de trascendencia, de lograr su desarrollo saludable, de crear, de crecer y de tener un proyecto de vida.

También es importante que la persona reciba la orientación sobre los recursos que la comunidad le brinda. El socioterapeuta le permite conocer esta información, del mismo modo facilita que la persona pueda descubrir los recursos dentro de su familia, en sus relaciones, en su ámbito laboral y en los distintos ámbitos de la comunidad donde él participa.

En el proceso de hospitalización la persona ve en sí misma lo que siente, lo que piensa, lo que necesita, con qué recursos internos y externos cuenta y esto  le orienta a tomar decisiones más adecuadas y a “elegir” mejor. Y es que, como apunta Arnol Beisser, “Sólo aceptando lo que somos podremos cambiar”. Sabemos que sólo a partir de ello se produce el cambio y es esta una labor en la que el socioterapeuta participa directamente.

 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Complejos en la infancia


Dra. Auxiliadora Javaloyes Sanchís
Psiquiatra Infantil. Directora del Servicio de Salud Mental del Niño y del Adolescente.

  ¿Qué son los complejos? ¿Por qué aparecen en los niños?

Los complejos pueden definirse como aquellos pensamientos negativos sobre uno mismo que generan un sentimiento de inferioridad y una baja autoestima.

Aparecen sobre todo en los niños con unos rasgos de carácter determinados, entre los que se encuentran un nivel elevado de sensibilidad, alto nivel de exigencia y perfeccionismo, poca capacidad para verbalizar sus emociones, baja capacidad para afrontar conflictos y pocas habilidades sociales.

También es un factor de riesgo individual el tener algún rasgo físico diferenciador como la obesidad. Son numerosos los estudios que recogen cómo desde los tres años, los niños prefieren no jugar con compañeros que tengan sobrepeso. Los complejos son también más frecuentes en niños con problemas de aprendizaje o con dificultades intelectuales ligeras.

Con respecto a los factores de riesgo del entorno cabe destacar como relevantes un entorno familiar negativo y experiencias negativas en el grupo de iguales.

¿Afecta más a niños o a niñas? Diferencias entre los complejos masculinos y femeninos. ¿Por qué se preocupa cada uno?

Generalmente las niñas van a tener más riesgo de tener complejos, ya que para ellas la imagen es un factor de mayor relevancia. En los chicos, el foco va a  en el ejercicio físico y el deporte y la capacidad intelectual y las destrezas académicas van  a afectar por igual a chicos y a chicas.

 ¿Qué tipo de secuelas pueden tener en el desarrollo de su personalidad?

Los complejos repercuten de forma clara tanto en el desarrollo personal como en el desarrollo social del niño, y es frecuente que los niños crezcan con un nivel elevado de inseguridad y dificultades en las relaciones con iguales. Como ya hemos dicho, los complejos inciden de forma directa en el desarrollo de la autoestima y el autoconcepto del niño, por lo que si no se trabajan y se superan de forma temprana, pueden generar problemas emocionales importantes, entre los que se encuentran episodios depresivos y trastornos de ansiedad.

 ¿Es natural tener complejos? ¿Favorece a los niños a hacerse más fuertes?

Es frecuente que durante los distintos estadios evolutivos del niño, aparezcan pensamientos negativos sobre uno mismo, pero es menos frecuente que estos pensamientos negativos tengan la intensidad o la cronicidad para convertirse en complejos. A pesar de esto, se estima que dos de cada diez niños sufre algún complejo.

Es importante que entendamos que si no intervenimos, es muy probable que la situación se cronifique y acabe generando un problema. Lo que hace a un niño más fuerte no son sus complejos sino las experiencias positivas que vaya viviendo, y en gran parte, las vivencias en familia.

¿Cómo debe ser la educación de los padres para evitar niños acomplejados?

La familia es el referente esencial a nivel de desarrollo emocional y social del niño. Un entorno seguro, en el que el niño crezca recibiendo mensajes positivos y se potencien valores como la seguridad, la confianza y la comunicación van a minimizar el riesgo de que se desarrollen los complejos.

La seguridad en uno mismo, ¿la herramienta fundamental contra los complejos?

Sin ninguna duda, el tener una imagen positiva de uno mismo y sentirse seguro son las claves esenciales para no desarrollar complejos.

¿Es la imagen física la principal fuente de complejos? ¿Cómo luchar contra el poder de la imagen en niños de 0 a 12 años?

Generalmente es la percepción de la imagen física la que genera de forma más frecuente un sentimiento de malestar e insatisfacción en los niños. Vivimos en un mundo cada vez más visual, que nos trasmite desde pequeños la importancia de cumplir determinados clichés a nivel de imagen. Es importante ayudar al niño a apreciar  en el mismo y en los demás valores como el compañerismo, el respeto, el esfuerzo y la afectividad como esenciales a nivel de bienestar y felicidad, y dar menos importancia a la imagen externa ayudando a entender que la imagen física no es más que un envoltorio del verdadero regalo que se encuentra dentro de cada niño.

Cuáles son las señales de alarma para detectar que hay un problema: qué actitud tiene el niño en casa, en la escuela, se empieza a preocupar por determinados temas. Señales que despiertan sospecha.  

Las señales de alarma van a aparecer tanto en la faceta social como en la académica y familiar. En el contexto social, lo más frecuente es que el niño tenga dificultades para hacer o mantener amigos y evita situaciones sociales. Éstas van a ser señales de alarma clara a nivel social. En el entorno escolar, un deterioro del rendimiento académico es el signo más claro a valorar. En la familia los comentarios negativos las rabietas o enfados, y la presencia de llanto fácil pueden ser indicadores a tener en cuenta.

Los complejos que teníamos de pequeños, ¿pueden tener repercusión cuando somos mayores? ¿De qué manera?

La infancia es una etapa de continuo cambio y por este motivo es importante trabajar durante este periodo para modificar estos pensamientos negativos. Los adultos que han crecido con complejos graves y un autoconcepto muy negativo de ellos mismos, tienen un riesgo muy elevado de tener problemas emocionales en la etapa adulta. El adulto suele tener mayor dificultad para relacionarse en grupo y en pareja, y para afrontar demandas a nivel laboral. Si la severidad de estas dificultades es alta, puede llegar a aparecer un trastorno de ansiedad o un cuadro depresivo.

¿Los padres pueden perjudicar a sus hijos e incluso provocar la aparición de complejos? ¿Cómo y con qué tipo de actitudes, comentarios, educación, etc?

El estilo educativo es esencial en el desarrollo de una imagen positiva. Los padres van a tener la capacidad de modelar mediante experiencias positivas los rasgos de carácter del niño para conseguir que no se desarrollen los complejos. Por el contrario comentarios muy negativos, una crítica continua de lo que hace el niño o una educación que no permita al niño creer en él y sentirse más seguro, van a tener un efecto negativo en el desarrollo de estos complejos.

Niños de 0-6 años:
En esta franja de edad qué tipo de complejos pueden aparecer y POR QUÉ.

Hasta la edad de seis años es difícil que el niño tenga un complejo estructurado ya que no va a tener capacidad a nivel evolutivo de tener una imagen propia y de su entorno. Por encima de esta edad, pueden ya apreciarse determinados factores de riesgo como una tendencia negativa a la hora de interpretar las experiencias, quejas continuas y comparaciones con los demás en las que se siente inferior.

En casa puede observarse llanto fácil, rabietas, peleas con compañeros o hermanos.

Es importante que desde la familia y la escuela se ofrezcan experiencias positivas y la intervención sea en un entorno lo más  normalizado posible.

La adquisición de la lectoescritura y unas buenas habilidades sociales van a ser áreas esenciales a trabajar en esta etapa para minimizar el riesgo del desarrollo de complejos en etapas posteriores.

Niños de 6- 12 años
Es a partir de los 6 años cuando van a aparecer los complejos y estos van a estar más estructurados según el niño vaya creciendo. Los más frecuentes van a ser físicos por la imagen o las destrezas, o intelectuales cuando aparecen problemas de aprendizaje o rendimiento.

El malestar que generan en el niño estos complejos va a mostrarse como una elevada autocritica, una tendencia a la negatividad y a no afrontar determinadas situaciones cotidianas por miedo al fracaso o a sentirse inferior.

Es importante que los padres estén sensibles a estos signos de alarma, y busquen estrategias para mejorar y potenciar aspectos positivos en el niño, en lugar de reñirlos y minimizar sus problemas, ya que esto puede repercutir de forma negativa en ellos.

Es importante acudir a un especialista si los padres detectan que estos pensamientos negativos están repercutiendo de forma clara en la vida escolar, social, familiar o personal del niño.

 

viernes, 14 de diciembre de 2012

Ser buenos padres con nosotros mismos


Cristina González Pérez.
Servicio de Psicología y Psicoterapia
                                                                                                                                                                         
La parte fundamental de nuestra personalidad se forja de los 0 a los 6 años. En este tiempo aprendemos las nociones básicas, lo fundamental para sobrevivir en nuestro mundo, que es la familia. Aprendemos a obtener atención que nos asegure supervivencia y estimulación a través de ser muy buen niño, o un niño simpático, o  de llorar o tener miedo o rabietas. En cada familia o sistema educacional hay unas emociones más permitidas que otras. Así es como nace la tendencia emocional que gestará el adulto. Y en cada momento de esa familia existen unas necesidades de función creadas de forma diferente, lo que hace que un hermano difiera de otro emocionalmente, siendo criados aparentemente “igual”, con la misma intencionalidad por los padres.

Los padres nos dan la vida y después, si están disponibles, nos dan mucho más. Nos dan la crianza, los límites y la frustración, los recursos y las dificultades con los que ellos se toparon. Con todo esto ya tenemos un sistema emocional. Ése sistema emocional en mi edad adulta permanece intacto en mi edad infantil, continúa funcionando a mis 35 años igualito que una niña de 5 o de 6 años. Tomamos de ellos sus tendencias emocionales y también algunas de sus maneras de hacer, al igual que una larga lista de ideas y creencias acerca del mundo. Sobre esto construimos una estructura adulta, que aprende a relacionarse con la realidad, a manejarse con el mundo y tomar decisiones, y además generamos la capacidad de pensar acerca de todo esto: de cómo funciona el mundo y de cómo funciono yo. Y con todas esas estructuras me he ido al mundo de los mayores sintiendo, decidiendo, pensando...bailando con la vida. Y en ese baile con la vida aparece el dolor, que forma parte de la vida auténtica. A menudo, queremos solucionar ese dolor huyendo de él, entrando en la autoexigencia o enfadándonos con el mundo. En numerosas ocasiones atribuimos nuestro dolor a que nuestros padres  no nos dieron suficiente (atención, cariño, recursos...).
Lo cierto es que si hoy soy adulto es que he tenido suficiente. Probablemente mucho más que suficiente. Ahora toca mirar de la siguiente manera: mi parte emocional es una niña pequeña de no más de siete u ocho años. Tengo una parte adulta y responsable además, y una parte sabia que en el fondo sabe lo que esa niña necesita. Nos toca ahora, pues, ser buenos padres con nosotros mismos ¿Qué ha de darle mi parte sabia y adulta a mi niña pequeña enfadada, triste, asustada o dolorida?: el sostén.
 
Lo que quiero ser cuando sea niña es tener la capacidad de la alegría y del amor, de la curiosidad por aprender. Que mi adulto sano me acompañe en las disciplinas necesarias para acceder a todo eso. Y que me dé permiso para estar triste,  miedosa y enfadada también, porque eso me completa. Siempre acunándome en estos trances (a veces nos los regañamos), tocándome la espalda para sentir calor, el amor por mí misma. La hora del adulto cuando aprendemos de nuevo a cuidar a ese niño que fuimos, cuando nos ayudamos a ser el niño que queremos ser.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Las otras adicciones...que matan la felicidad

Pedro Antón Fructuoso
Psiquiatra. Director Clínica CMN

El término adicción ‐que proviene del inglés addiction‐ significa "sumisión de alguien a un dueño o amo", se reserva no sólo para aquellas drogas (legales o no) como el alcohol, opiáceos, cocaína, anfetaminas, etc., sino también para aquellas actividades legales como la alimentación, el sexo, la televisión, el juego, el trabajo, etc., lo que se denomina adicciones sin droga (toxicomanías sin tóxico) que suelen tener, a veces, tanta potencialidad adictiva como las adicciones con droga y que, en cualquier caso, es una fuente de infelicidad para las personas que sufren estas dependencias, ya que se sienten incapaces del control de los impulsos que se originan con la propia adicción. 
 
Cada día aumenta el número de jóvenes y también de menos jóvenes ‐las adicciones se pueden presentar a cualquier edad‐ que pueden sufrir las conductas adictivas, por las circunstancias tan propicias que se dan en el mundo actual. Entre éstas, el vacío y el aburrimiento (lo que no deja de ser paradójico en una sociedad en la que se disponen de múltiples medios para el disfrute personal), también la tendencia inmediata a la gratificación (generalmente por una educación permisiva y orientada a satisfacer las necesidades del niño, sin ninguna exigencia) o la pérdida de valores de la sociedad actual que confunde con sus mensajes a tanta gente joven (hay que conseguir el placer, como objetivo primordial, etc.).
No es infrecuente que acudan a la consulta personas, generalmente adultas, que tienen una adicción a Internet. Las formas de adicción dentro de Internet pueden ser muy variadas ‐muchas veces puede alimentar otras adicciones (al sexo, pedofilia, etc.)‐ y cuando se trata de una adicción propia a Internet (descrita por Ivan Goldberg, 1995), se presentan los síntomas típicos, como en el abuso de sustancias tóxicas:
 
a) Tolerancia (necesidad de incrementar la cantidad de tiempo de Internet para obtener satisfacción).
b) Abstinencia, con síntomas típicos de ansiedad, pensamientos obsesivos sobre Internet, agitación, etc.
c) Se accede a Internet con más frecuencia o por periodos más largos.
d) Esfuerzos infructuosos de controlar o interrumpir el uso de Internet.
 El perfil psicológico de estos pacientes se caracteriza porque suelen ser personas con baja autoestima y marcada introversión, además de un nivel alto de búsqueda de sensaciones; también suelen presentar timidez y, a veces, fobia social. Tienen una fantasía descontrolada, la atención dispersa y fácil distraibilidad.
Suele existir una relación entre un alto uso de Internet y la presentación de un trastorno depresivo, aunque es difícil establecer si la depresión es causa o efecto de la adicción a internet. A menudo está presente y es frecuente en todas las adicciones, el sentimiento de culpabilidad y la tristeza que pueden acentuar la propia adicción, estableciendo un circulo vicioso que conlleva una importante alteración en la conducta de la persona adicta.
 
La adicción al sexo, puede darse en formas muy diversas: consumo indiscriminado de pornografía, visitas incontroladas a sexshops, uso de líneas eróticas, prostitución, pedofilia, etc. Generalmente se trata de un varón, con un impulso incontrolado dirigido a la práctica sexual física y anónima en forma de acto breve, con frecuencia poco satisfactorio que se repite con intervalos variables siempre cortos (entre algunas horas y escasos días). La personalidad previa del adicto al sexo suele ser débil e impulsiva. Alguno de sus rasgos, como fuerte subordinación a la imagen materna, la inseguridad de sí mismo, el vacío existencial, etc. facilitan la entrada en la adicción.
 
La adicción al juego (ludopatía), consiste en un impulso incontrolado que se acompaña de fuerte tensión emocional y no se deja influir por el pensamiento reflexivo.
El ludópata persiste en sus conductas a pesar de las consecuencias negativas que éstas provocan en el ámbito personal, familiar, conyugal, laboral y social de los individuos que por lo general se encuentran profundamente afectados. No existe un perfil específico de la personalidad, sino distintos rasgos predisponentes que pueden coincidir con los registrados en otras adicciones, sobre todo la falta de capacidad para el autocontrol, la baja autoestima y algunos rasgos de la personalidad límite, la personalidad narcisista y la personalidad antisocial. A veces, el origen de esta adicción está condicionado por un estado de alcoholismo o de dependencia de otras drogas o por un cuadro depresivo.

Los adictos al trabajo, generalmente son hombres y de mediana edad (entre los principales profesionales que sufren esta adicción se encuentran médicos, abogados, periodistas y  ejecutivos), que hacen del trabajo el centro de su vida y descuidan la vida familiar y social. Intentan llenar con el trabajo un vacío (existencial)
que les ocasiona gran ansiedad. El autor V.Frankl llamó neurosis dominicales a la situación de angustia creada los días que no se permite legalmente trabajar. Los síntomas de ansiedad, insomnio, irritabilidad y depresión acompañan a esta adicción. 
El tratamiento de las adicciones, se centra en una combinación de tratamiento farmacológico y psicoterapéutico, con adopción de medidas específicas para cada tipo de adicción. Los fármacos empleados suelen ser los antidepresivos (inhibidores de la recaptación de serotonina, tricíclicos) y ansiolíticos (benzodiacepinas) y las psicoterapias individual (cognitivo‐conductual) y de grupo.

lunes, 10 de diciembre de 2012

PROBLEMAS ALIMENTARIOS EN LA ADOLESCENCIA


Dra.Paloma Navarro GómezPsiquiatra
Clínica Mediterránea de Neurociencias

El acto de alimentarse, una función fisiológica de nuestro cuerpo como dormir, se transforma en una forma de vivir y de angustia vital para las personas con trastornos alimentarios.

Cabe pensar que la anorexia definida por dejar de comer, podría y lo es, ser distinta en sus síntomas de la bulimia (atracones de comida y vómitos generalmente). Sin embargo ambas patologías se sustentan y tienen en común, una relación anormal con el acto de alimentarse y en el miedo a engordar, la común “obesofobia” y que presentan también muchas personas que no están enfermas.

Nos encontramos con una adolescencia más temprana que hace años; y por ello los pacientes que acuden con trastornos alimentarios son cada vez más jóvenes. La adolescencia entendida como el paso de la infancia a la vida adulta, hoy en día se presenta desde los 10 años en adelante.

La anorexia, bulimia, obesidad y las adicciones en general, se “ceban” en esta etapa de la vida tan caótica, la adolescencia, ya que es una etapa de cambio físico (la aparición de primeros cambios corporales ocurre entre los 12 y los 14 años, y aún antes) y de madurez sexual y emocional.

El adolescente que vive “mareado” con los cambios en su cuerpo e intenta desvincularse ligeramente de su familia para irse con los amigos y las primeras parejas, se encuentra desprotegido en su nueva identidad que está construyendo. Es ahí donde surgen muchos cuadros de anorexia y también de bulimia.

Realmente hay similitudes entre ambas patologías (anorexia y bulimia) y es que nunca en estos cuadros, la causa se reduce al simple hecho de tener un ideal de belleza, hay algo más sin lugar a dudas.

¡Me niego a comer! No es siempre un cuadro de anorexia, a veces es rebeldía, de echar un pulso a los padres, otras de querer tener mejor cuerpo y otras de autoafirmación de la ideantidad. No siempre hay que alarmarse, lo podemos y debemos respetar, salvo cuando veamos que es permanente, obsesivo en exceso y que la pérdida de peso es llamativa o los vómitos superan a la persona. Antes de alarmarse por conductas anorexígenas (dietas) o buleiformes (vómitos) que pueden ser transitorias, sería útil que las madres conversaran del tema con sus hijas. Las razones por las que uno deja de alimentarse de manera suficiente o adelgaza en exceso pueden ser diversas y esto es lo primero que hay que tener en cuenta para hacer un buen diagnóstico. Un adolescente deprimido puede no querer comer, pero ahí lo que le ocurre es la depresión como nuclear.

La anorexia y la bulimia, son dos caras de la misma moneda, en una no se come nada y en la otra se vómita lo que se come. El caso es son distintas y parecidas, ambas se apoyan en una angustia de tipo existencial que desborda a la persona.

Muchas veces aunque nos cueste entenderlo, perder la infancia, ese cuerpo infantil que pasa a ser un cuerpo adulto, perder la protección de los padres que sentíamos durante la infancia, hace que en esa etapa de pubertad aparezca esa actitud regresiva, “negándose” a avanzar y para ello uno deja de comer y se queda en casa con los papás y su cuerpo de niño en resumen.


Cuando los padres sin darse cuenta, se oponen a la maduración de sus hijos con excesiva protección están “infantilizándolos” en una etapa donde lo que les toca es transformarse, protestar, creer que crean unos valores propios y rebelarse contra la autoridad de los padres. No se debe vivir eso como un ataque familiar, sino como el proceso normal de maduración personal. Cada adolescente tiene su ritmo, como dice el dicho popular “hay gente que madura antes y otra después”. Respetar el ritmo de la persona sin impedir el crecimiento, esa es la clave, ya que madurar a los 15 años, es igual de normal que hacerlo a los 11 o 12 años, porque es el propio cuerpo, con la aparición de los primeros rasgos sexuales femeninos o masculinos quien así lo decide.

Desde hace años desde la psiquiatría se intenta dar respuestas a las causas, y eso se percibe cuando la familia te pregunta varias veces ¿Por qué me ha tocado a mí? ¿Qué he hecho mal?  La verdad, buscar culpables es seguir engañándonos. Partir de la base que siempre unos padres quieren lo mejor para sus hijos, es la verdad. En ese camino de darle al hijo lo mejor, no hay culpables nunca. Sin embargo hay conflictos, dificultades de relación familiares y otros motivos que se deben abordar cuando aparece un cuadro así, de ahí la Terapia Familiar indicada en muchos casos.

Estos trastornos tienen múltiples causas, es así, luego no podemos decir que la culpa es de la sociedad, de la familia, de la paciente, de aquélla amiga que le dijo tal cosa, etc. No hay culpa, hay un montón de factores que al final hacen que surja un trastorno alimentario en un momento dado. Ojalá tuviéramos un solo factor causal, sería más fácil poder neutralizarlo. Pero lo que realmente es tranquilizador y optimista es que estos cuadros se terminan curando casi siempre, de hecho, cronifican del 5 al 7% en adolescentes según los últimos datos. Por ello debemos de seguir explicando y hablando sobre ellos para que tanto familiares como profesionales podamos saber más sobre esta epidemia contagiosa y así ofrecer todos los recursos posibles que tenemos hoy día desde la Salud Mental.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

MI HIJO NO PUEDE ESTARSE QUIETO

Dra. Auxi Javaloyes
Psiquiatra Infantil. Servicio de Salud Mental del Niño y del Adolescente CMN.
Hay un grupo de niños y niñas en los que los padres utilizan frecuentemente expresiones como 'no puede estarse quieto', 'desde que empezó a andar no ha parado ni un segundo', 'no puede jugar con el mismo juguete ni un minuto', o 'la profesora dice que no consigue que se siente en su mesa'. Estos comportamientos están presentes en todos los contextos en los que se desenvuelve el niño (familia, colegio, amigos) y por lo general el grado de severidad es tal que los padres piden ayuda a edades muy tempranas.
Hace unos años, debido a un desconocimiento de lo que se escondía detrás de estas dificultades estos niños eran catalogados como niños malos, se tendía a culpar a la familia por su incapacidad para controlarlos, y de alguna manera estaban destinados a un fracaso importante tanto a nivel académico como familiar y social. A lo largo de los últimos años, se han realizado muchos estudios tanto en nuestro país como fuera para intentar entender el por qué de estas dificultades, y para encontrar tratamientos efectivos. El avance tanto en el reconocimiento como en el manejo ha sido muy grande, hasta el punto de que prácticamente todas las familias han oído hablar del término 'hiperactividad'.

El Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (más conocido como hiperactividad a secas), es el problema psiquiátrico más frecuente en los niños de edad escolar. Las cifras de prevalencia que se manejan tanto en nuestro país como en el resto de Europa son de entre un 5 y un 10%, con una frecuencia de 4 niños por cada niña. Los tres pilares básicos para el diagnóstico de este trastorno son: la hiperactividad, la dificultad manteniendo la atención y la impulsividad. Estos síntomas han de estar presentes en todos los entornos en los que el niño se desenvuelve, y tienen que ser lo suficientemente severo para tener consecuencias claramente negativas en su desarrollo personal, en su funcionamiento académico y en las relaciones que éste mantiene con los compañeros o con otros adultos.

Existen diversas teorías sobre la causa de este trastorno. La más aceptada es la que defiende que se debe a cambios neurológicos menores y que debido a ellos, los niños no poseen el filtro natural que permite discriminar entre los estímulos que son importantes de los que no lo son. Esto va a causar una incapacidad de seleccionar la información que es relevante (aparente inatención), una actividad aumentada en respuesta a estos estímulos (hiperactividad), y una incapacidad para controlar los impulsos. Estas dificultades están presentes desde los primeros años de vida, y por lo general si existen hermanos o hermanas éstos suelen tener temperamentos totalmente diferentes.

Como ya hemos dicho, las consecuencias a medio y largo plazo pueden ser muy negativas si no se interviene. A estadíos tempranos los niños se enfrentan con una dificultad para mantener amigos (ya que tienen poca capacidad para tolerar el perder, para ceder, y para jugar en equipo), con un deterioro de la conducta importante (crecen con riñas y castigos continuos, lo que hace que tanto ellos mismos como los demás los etiqueten de niños malos y que se creen una reputación que luego han de mantener), y con un deterioro importante del rendimiento escolar a pesar de que tengan una buena capacidad de funcionamiento.

A la hora de realizar el diagnóstico además de una detallada historia personal y familiar, es importante el ponerse en contacto con el colegio, y el confirmar que el niño presenta las mismas dificultades a nivel escolar. El diagnóstico se puede realizar a la edad de 5 o 6 anos, pero es frecuente que las familias no acudan a pedir ayuda hasta unos anos después cuando la hiperactividad ya está complicada con problemas de conducta serios y con un bajo rendimiento escolar. El retraso a la hora de pedir ayuda se suele deber al miedo existente a nivel familiar de que se le culpe del problema. Además de la entrevista clínica y del contacto con el colegio, existen cuestionarios específicos que nos van a ayudar a confirmar el diagnóstico, y es importante el descartar la existencia de enfermedades físicas.

Las intervenciones terapéuticas han de estar supervisadas por un profesional en salud mental infantil, que se encarga además de coordinar las actuaciones de los distintos profesionales (profesores, pediatras, psicopedagogos, etc.). El manejo terapéutico va a consistir en intervenciones familiares e individuales. La terapia individual va a tener como principal objetivo el ayudar al niño a organizarse, discriminar información y entrenarlo en habilidades sociales y de relación. La terapia familiar es primordial ya que va a ser esencial el ofrecerle un manejo consistente, con unos límites claros y una estructura de las actividades tanto en casa como en el colegio. Al mismo tiempo hay que mantener un contacto directo con el centro educativo, para explicarles el tipo de trastorno y darles pautas de manejo claro. En los casos más severos o en los que se produce solo una respuesta parcial a las intervenciones terapéuticas, se utiliza de forma paralela tratamiento farmacológico, que se mantiene hasta la adolescencia, edad a la que este trastorno se suele resolver.

El pronóstico a largo plazo depende por lo general de lo temprana que sea la intervención, de la existencia de problemática familiar, y del temperamento de base del niño. Existe un porcentaje muy alto que va a desarrollar un trastorno de conducta posteriormente (sobre todo si no se interviene), empeorando así el pronóstico. Por lo general con la llegada de la adolescencia se produce una clara mejoría en este trastorno.

Sin ninguna duda el ser inquisitivo, inquieto e impulsivo son características propias de ser niño. A pesar de ello, va a existir un grupo de niños en los que va a existir una diferencia cualitativa clara con el resto de compañeros. Como ya hemos visto el trastorno por déficit de atención con hiperactividad es un trastorno en el que existe suficiente información para identificarlo y tratarlo de forma adecuada. Es importante para los padres el reconocer estos signos en sus hijos y el buscar la ayuda necesaria, ya que se pueden prevenir consecuencias negativas para el futuro del niño.
Más información sobre la Unidad de Salud Mental del Niño y del Adolescente en
http://www.cmn-alicante.com/servicios-hospitalizacion/unidades/infantojuvenil/presentacion.html