miércoles, 27 de febrero de 2013

ENTREVISTA A LA DIRECTORA DEL SERVICIO DE PSICOLOGÍA Y PSICOTERAPIA

La apuesta de la Clínica por potenciar el desarrollo de la atención psicológica a los pacientes ha generado un completo diseño tanto del plan diagnóstico como del tipo de tratamiento. Este trabajo queda liderado por un extenso equipo de psicólogos de especialidades y orientaciones distintas, que pueden responder a la diversidad de demandas y problemáticas. Entrevistamos a la Dra. Ana Belén Jiménez Godoy, directora del Servicio de Psicología y Psicoterapia.
 
¿Qué os diferencia de otros centros respecto al estudio diagnóstico del paciente hospitalizado?

Nuestro protocolo de psicodiagnóstico clínico tiene en cuenta tanto las variables personales, biográficas, familiares y contextuales que se recogerían con varias entrevistas clínicas, así como la elaboración de estudios complementarios de la personalidad que realizamos apoyados de pruebas psicométricas. Pero quizá, algo que nos diferencia más significativamente y que nos facilita una visión más global es el complemento de una exploración neuropsicológica que nos aporta datos sobre el funcionamiento cognitivo de los pacientes muy importantes para un adecuado diseño de los tratamientos, introduciendo aspectos novedosos que otros estudios psicológicos no suelen aportar.

 
¿Este protocolo tan completo lo realizaría un profesional concreto?

Obviamente, estamos hablando de áreas muy específicas que requieren perfiles de profesionales diferentes.  Es así como nuestro Servicio se sirve de especialista en Psicología Clínica, Terapia familiar, Neuropsicología y psicoterapeutas con una línea humanista.

 
¿Visto lo específico de vuestro sistema de psicodiagnóstico, existe otra especificidad también en el tratamiento psicoterapéutico?

Respecto al tratamiento en sí, es de resaltar la atención diaria que este tipo de pacientes recibe y, a partir de los resultados obtenidos en el estudio diagnóstico, diseñamos y supervisamos toda la rutina diaria del paciente hospitalizado de una forma personalizada y en colaboración con el resto de especialistas. Dentro de estas rutinas se incorporan: terapias ocupacionales, psicoterapias de grupo orientadas al conocimiento personal y al afrontamiento de problemas, relajación y, dependiendo de las características de cada paciente, ofrecemos terapias de tóxicos, intervenciones en estimulación cognitiva, talleres de memoria, terapia familiar, terapia de pareja, etc.

 
¿Qué tipo de patologías atendéis con más frecuencia y cuáles a tu entender suelen conllevar mayor dificultad?

No destacaría en relación a la dificultad ninguna en concreto, ya que para cada una el diseño y el proceso es distinto y la biografía y el contexto le otorgan un carácter específico en cada caso. Atendemos todo tipo de patologías, desde las depresiones más comunes, hasta problemas de adicciones, cuadros de ansiedad, trastornos de la personalidad, trastorno bipolar, etc.

 En este sentido, sí que me gustaría señalar que nuestra pretensión es prestar la atención debida a la patología en concreto pero, más allá de ésta, nuestro interés se extiende a generar y crear con el paciente un camino de crecimiento personal que, a raíz de dicha crisis, deja a la persona un espacio para reestructurar y dar cuenta de su persona, de sus capacidades y de sus potencialidades, en definitiva, un espacio para ahondar en el propio sentido de su existencia.

 
¿Qué importancia le ofreces al trabajo en equipo en hospitalización?

Psiquiatría, enfermería y psicología son ámbitos que a mi entender deben ir siempre de la mano. No podemos contemplar dichas áreas como departamentos estancos o independientes, esto implicaría un claro déficit en la evolución del paciente. También considero fundamental la relación con otros servicios médicos como neurología o medicina interna, así como el resto de servicios médicos que intervienen en la hospitalización.


¿Tras la hospitalización del paciente qué papel tiene vuestro Servicio?

Durante estos años la experiencia nos ha hecho ver muy claramente que el seguimiento ambulatorio resulta crucial en la evolución de los pacientes que han estado hospitalizados. Es así como tratamos de elaborar un plan de seguimiento individualizado, ofertando también otros recursos terapéuticos que refuerzan la evolución adecuada del paciente, me refiero a terapias grupales complementarias, terapias familiares y otras que pueden ser necesarias para cada caso.

 
¿Qué tipo de terapias estáis ofertando para el complemento del tratamiento de vuestros pacientes?

Tenemos en marcha diferentes grupos en funcionamiento que complementan, enriquecen y aceleran el tratamiento individual. Actualmente trabajamos con grupos centrados  en el conocimiento y crecimiento personal, terapias grupales psicoeducativas en trastornos específicos como el trastorno bipolar o trastornos alimentarios, terapias también grupales de orientación corporal y emocional y otras más orientadas a los adolescentes y grupos de padres.

 
¿Qué entiendes como fundamental en el rol del psicólogo o psicoterapeuta?

Entiendo al psicoterapeuta como un facilitador, como un acompañante tolerante, flexible, honesto, cercano y por supuesto con gran capacidad humana.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Violencia de hijos a padres


Violencia de hijos a padres
 

Ante el primer indicio de actitud violenta que presenten sus hijos es necesario pedir ayuda médica y de la Administración con el fin de no agravar el problema. En este aspecto existe una falta de colaboración por parte de los progenitores al entender que supondría reconocer que su labor educativa no ha sido buena. La falta de voluntad familiar a la hora de afrontar una actitud violenta de los menores supone encubrir inconscientemente un problema que, por el contrario, lo que precisa es de una atención inmediata.

 
Los cambios sociales y laborales han llevado a muchos padres a compensar su ausencia familiar hacia sus hijos con objetos materiales, y en muchos casos los jóvenes han pasado la barrera de considerar a sus padres como figura garante de autoridad.

 
Los adolescentes tienen poca capacidad crítica y les es más difícil filtrar lo que está bien de lo que está mal. Esta carencia de capacidad crítica les conduce a introducirse en modas consideradas como suburbanas.

Ante las responsabilidades sociales o delictivas que puedan derivarse de situaciones violentas, los propios jóvenes saben que carecen de las mismas, precisamente, por ser menores.

Respecto a la terapia psicológica o psiquiátrica que estos jóvenes pueden recibir es más fácil detectar la actitud y el problema, pero el tratamiento es más prolongado en el tiempo.

miércoles, 13 de febrero de 2013

ENVEJECIMIENTO Y SALUD

“La vejez es la suma de toda la vida, milagro y nobleza de la personalidad humana” (Gregorio Marañón, Médico, científico, escritor y pensador, 1887-1967).

 Marco histórico de la Psicogerontología.
El interés por la vejez y el proceso de envejecimiento se ha venido produciendo a lo largo de toda la historia de la humanidad. Los seres humanos de todas las épocas se han preocupado por buscar la forma de mantener su existencia el mayor tiempo y en las mejores condiciones posibles. En este sentido, la búsqueda del llamado elixir de la vida o de la inmortalidad ha sido una constante en toda la historia de la humanidad, partiendo ya desde los tiempos de la antigua China y del antiguo Egipto.

En esa preocupación por el envejecimiento óptimo, también se han venido desarrollando las ciencias para el estudio e investigación del mismo. Así la Geriatría surgió en 1909 como la disciplina que estudiaba el envejecimiento desde un punto de vista puramente biológico. Con posterioridad, es la Gerontología la que definió el envejecimiento como un proceso biológico influido por aspectos sociales del individuo. Finalmente, con el desarrollo de la Psicogerontología apareció un nuevo concepto de envejecimiento, entendido éste como un proceso natural y consustancial al ser humano, dinámico, universal, irreversible, y multifactorial, determinado por factores biológicos, psicológicos y socioculturales, acorde con la definición de la salud humana establecida en 1946 por la Organización Mundial de la Salud, entendida como un estado de bienestar físico, mental y social y no simplemente como ausencia de enfermedad.

Envejecimiento

El envejecimiento podrá ser normal o patológico según se desarrolle su dinámica. Durante este proceso se aprecian cambios físicos, mentales, psicológicos y sociales, que determinan que al llegar a la senectud, el individuo se enfrente a una auténtica crisis de adaptación, la cual podrá convertirse en una etapa de su vida en la que, al menos, mantenga un nivel adecuado de funcionalidad (envejecimiento normal), o provocar un proceso de deterioro al no lograr superar este crisis. Este deterioro podrá ser reversible en mayor o en menor medida, dependiendo de los recursos biológicos, psicosociales y culturales con que cuente el individuo en concreto. En esta visión holística del anciano surge la Psicogeriatría como la rama de la Psiquiatría que estudia los trastornos psiquiátricos y neuropsiquiátricos de la vejez. Al alcanzar la senectud, las personas sufren todo un espectro de cambios que les condicionan una mayor vulnerabilidad a padecer enfermedades.  En sentido, para poder entender la psicopatología de la persona mayor o anciana, destacamos desde los cambios biológicos que sufre el sistema nervioso central (perdida neuronal) pasando por los cambios sociales (jubilación, disminución del poder adquisitivo, pérdidas de personas queridas,  viudedad, etc) así como los cambios psicológicos (emocionales,  cambios en la autoimagen, autoconcepto y autonomía personal). Todos ellos condicionan que el anciano sea vulnerable a desarrollar enfermedades psiquiátricas y neuropsiquiátricas, destacando entre las mas significativas: los trastornos depresivos y las demencias, principalmente.

Trastornos depresivos y deterioro cognitivo en el anciano

La depresión en el anciano es un trastorno escasamente diagnosticado y poco tratado. Si bien la depresión se refiere una alteración del estado de ánimo, en el anciano suelen existir ciertos rasgos o características especiales. Así tienden al aislamiento y retraimiento familiar y social, suelen presentar alteraciones del apetito y sueño, se encuentran más irritables y  expresan menos quejas de tristeza, siendo más frecuente la aparición de quejas somáticas, que enmascaran así síntomas depresivos relacionados con la alteración del estado de ánimo. También destacar la más que probable presencia de comorbilidad y polifarmacia en el anciano deprimido. La relación entre las enfermedades físicas y el ánimo depresivo es compleja y bidireccional. Por un lado, enfermedades sistémicas (tumores, diabetes, tiroides, artrosis, infartos de miocardio, etc.) y trastornos neurológicos (enfermedad de Alzheimer, enfermedad de Parkinson, enfermedad cerebrovascular, etc.) con frecuencia conducen a trastornos depresivos y empeoran el pronóstico negativo sobre los problemas físicos. Por otro lado, la estos problemas físicos  pueden empeorar los síntomas depresivos.  Si bien la enfermedad de Alzheimer (EA) constituye una demencia, el Deterioro cognitivo leve (DCL) representa, en muchas ocasiones, un estado de transición entre el deterioro asociado al envejecimiento  y el desarrollo de verdaderas demencias. El DCL se refiere a la alteración cognitiva cuya intensidad no es suficiente para ser catalogada como demencia, existiendo quejas de memoria, atención, planificación, etc., confirmadas por una valoración neuropsicológica y sin alteración en la autonomía funcional para el desarrollo de las actividades de la vida diaria. La importancia, por tanto, de detectar un DCL es la de identificar y tratar a un grupo pacientes ancianos que potencialmente pueden progresar a una EA. Se considera que el desarrollo de síntomas psicológicos y conductuales (delirios, alucinaciones, agresividad, depresión, ansiedad, irritabilidad, alteraciones del sueño, entre otros) favorece el deterioro cognitivo y la progresión a EA en los pacientes con DCL, además de disminuir la calidad de vida, empeorar las alteraciones funcionales y aumentar el desgaste del cuidador y eventualmente acelerar la institucionalización del paciente.


 Con todo ello, no resulta extraño pensar que el abordaje diagnóstico y terapéutico de la diversa y variada patología psiquiátrica y neuropsiquiátrica del anciano, requieran de un equipo multidisciplinar integrado por diversos especialistas (psiquiatras, neurólogos, neuropsicólogos,  médicos internistas, rehabilitadores entre otros) además de otros profesionales sanitarios (fisioterapeutas, logopedas, terapeutas ocupacionales, enfermeros, auxiliares, etc.) que valoren al paciente como un todo, y no como una parte.

La Clínica Mediterránea de Neurociencias ofrece este recurso asistencial mediante estancias de corta duración en la Unidad de Psicogeriatría, coordinada por especialistas en psiquiatría y dirigida a pacientes ancianos psiquiátricos con patología aguda (trastornos depresivos, trastornos maniacos, trastornos delirantes, trastornos de ansiedad, etc.) o con síndromes geriátricos (deterioro cognitivo, trastornos de conducta, pluripatología y polifarmacia, etc.). Para ello, la Unidad de Psicogeriatría tiene a su disposición las magníficas instalaciones de la Clínica Mediterránea de Neurociencias, destacando la Unidad de Hospitalización de corta estancia, salas de terapia, salas de estimulación e intervención cognitiva, salas de actividades de la vida diaria, gimnasio de rehabilitación física, piscina climatizada, entre otras, con el fin de ofrecer una atención personalizada y multidisciplinar al paciente anciano.

 
Dra. Eva Pomares Arias                                                                            
Neuróloga                                                                                                   

Lda. Begoña Martínez Pelegrín
Neuropsicóloga clínica

Coordinadora de la Unidad de Daño Cerebral                                                                                                          

miércoles, 6 de febrero de 2013

LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD Y EL ENTORNO ESCOLAR

Raquel Pérez Matas. Psicóloga Infantojuvenil
Unidad de Salud Mental del Niño y del Adolescente

El fracaso escolar supone uno de los problemas más graves en el ámbito de la educación de los menores. España es uno de los países europeos con una tasa más alta de fracaso escolar. Algunas cifras hablan de hasta el 29% del porcentaje de estudiantes de ESO.


Se denomina  fracaso escolar cuando un niño no es capaz de  alcanzar el nivel de rendimiento medio esperado para su edad y nivel pedagógico.

Las causas más frecuentes son trastornos del aprendizaje y factores intelectuales, pero también en un porcentaje muy alto son provocados por trastornos afectivo-emocionales. Los estudios varían desde un 30% hasta un 50% del total de los estudiantes que no acaban la ESO.

Dentro de estos los trastornos afectivos-emocionales nos encontramos con los trastornos de ansiedad. Vamos a profundizar en su conocimiento e implicaciones.

En primer lugar, veamos a qué nos referimos cuando hablamos de ansiedad. Ansiedad es un concepto muy extendido hoy en día, pero hay muchas personas que no conocen realmente qué significa y qué incidencia tiene.  La ansiedad es una respuesta de alarma de nuestro organismo ante situaciones que percibimos de manera subjetiva como un peligro.

Nuestro cuerpo reacciona preparándose para dar una respuesta a esta situación de alarma. Es en este momento cuando aparecen los síntomas reconocibles de la ansiedad, como son respiración entrecortada, sensación de ahogo, taquicardia y tensión muscular; que a su vez se acompañan de pensamientos negativos y catastróficos. Esta respuesta de alarma nos lleva de manera instintiva a evitar el peligro o salir huyendo de la situación.

A la consulta de psicología acuden muchos menores que presentan esta sintomatología  asociada a estímulos relacionados con los estudios y el entorno escolar. Los trastornos de ansiedad  pueden estar desencadenados por circunstancias ocurridas en el centro escolar, o ajenas al mismo, pero que se asocien a ese entorno. Podemos encontrar desde síntomas aislados hasta el desarrollo de una fobia escolar.

Los estímulos que pueden desencadenar esta respuesta de ansiedad y el absentismo del alumno suelen estar relacionados con la evaluación de los profesores y exámenes, miedo a suspender, miedo a quedar en ridículo o a enfrentarse a los otros alumnos. Por tanto, cuando las sensaciones desagradables antes descritas se asocian al entorno escolar se hace difícil para el niño o adolescente hacerles frente acudiendo regularmente al aula.

LA FORMA DE EDUCAR TAMBIÉN INFLUYE

Los estilos educativos de los padres son uno de los factores que pueden propiciar la aparición del miedo en el menor. Tanto un estilo hiperexigente o crítico, como sobreprotector. El primero de ellos conlleva  una gran  presión o exigencia por obtener unas buenas notas y unas expectativas inalcanzables para el menor. El estilo sobreprotector o permisivo crea en los niños sensación de inseguridad y baja tolerancia a la frustración, de manera que, el menor  no conoce cómo resolver las situaciones en ausencia de sus adultos de referencia o no presenta la suficiente motivación para hacer frente a los retos del aula.

El tratamiento más eficaz, suele tratarse de una combinación de técnicas de exposición progresivas, es decir, acercamiento al entorno escolar de manera gradual y técnicas que mejoren el enfrentamiento a la respuesta de ansiedad, por ejemplo cambio a pensamientos más positivos, técnicas de relajación y respiración, aumentar la seguridad y autoestima del menor.

Siempre podemos reforzar el esfuerzo del menor, con independencia del resultado obtenido. Valorar los progresos, estimular el interés por lo relacionado con lo académico, y aumentar la seguridad en sí mismos desde pequeños servirá para resolver de una manera eficaz en el futuro los problemas que presenta la vida académica.

La valoración de sus cualidades  debe ser más amplia que sólo lo relacionado con el logro académico, de manera que en ausencia de buenos resultados, el niño encuentre otros aspectos positivos en su concepción personal.