En esa preocupación por el envejecimiento óptimo, también se han
venido desarrollando las ciencias para el estudio e investigación del mismo.
Así la Geriatría surgió en 1909 como la disciplina que estudiaba el
envejecimiento desde un punto de vista puramente biológico. Con posterioridad,
es la Gerontología la que definió el envejecimiento como un proceso biológico
influido por aspectos sociales del individuo. Finalmente, con el desarrollo de
la Psicogerontología apareció un nuevo concepto de envejecimiento, entendido éste
como un proceso natural y consustancial al ser humano, dinámico, universal,
irreversible, y multifactorial, determinado por factores biológicos, psicológicos
y socioculturales, acorde con la definición de la salud humana establecida en
1946 por la Organización Mundial de la Salud, entendida como un estado de
bienestar físico, mental y social y no simplemente como ausencia de enfermedad.
Envejecimiento
El envejecimiento podrá ser normal o patológico según se desarrolle su
dinámica. Durante este proceso se aprecian cambios físicos, mentales,
psicológicos y sociales, que determinan que al llegar a la senectud, el
individuo se enfrente a una auténtica crisis de adaptación, la cual podrá
convertirse en una etapa de su vida en la que, al menos, mantenga un nivel
adecuado de funcionalidad (envejecimiento normal), o provocar un proceso de
deterioro al no lograr superar este crisis. Este deterioro podrá ser reversible
en mayor o en menor medida, dependiendo de los recursos biológicos,
psicosociales y culturales con que cuente el individuo en concreto. En esta
visión holística del anciano surge la Psicogeriatría
como la rama de la Psiquiatría que estudia los trastornos psiquiátricos y
neuropsiquiátricos de la vejez. Al alcanzar la senectud, las personas sufren
todo un espectro de cambios que les condicionan una mayor vulnerabilidad a
padecer enfermedades. En sentido, para
poder entender la psicopatología de la persona mayor o anciana, destacamos desde
los cambios biológicos que sufre el sistema nervioso central (perdida neuronal)
pasando por los cambios sociales (jubilación, disminución del poder
adquisitivo, pérdidas de personas queridas, viudedad, etc) así como los cambios psicológicos
(emocionales, cambios en la autoimagen,
autoconcepto y autonomía personal). Todos ellos condicionan que el anciano sea
vulnerable a desarrollar enfermedades psiquiátricas y neuropsiquiátricas,
destacando entre las mas significativas: los trastornos depresivos y las demencias,
principalmente.
Trastornos depresivos y deterioro cognitivo en el
anciano
La depresión en el anciano es un trastorno escasamente diagnosticado y
poco tratado. Si bien la depresión se refiere una alteración del estado de
ánimo, en el anciano suelen existir ciertos rasgos o características especiales.
Así tienden al aislamiento y retraimiento familiar y social, suelen presentar
alteraciones del apetito y sueño, se encuentran más irritables y expresan menos quejas de tristeza, siendo más
frecuente la aparición de quejas somáticas, que enmascaran así síntomas
depresivos relacionados con la alteración del estado de ánimo. También destacar
la más que probable presencia de comorbilidad y polifarmacia en el anciano
deprimido. La relación entre las enfermedades físicas y el ánimo depresivo es
compleja y bidireccional. Por un lado, enfermedades sistémicas (tumores, diabetes,
tiroides, artrosis, infartos de miocardio, etc.) y trastornos neurológicos
(enfermedad de Alzheimer, enfermedad de Parkinson, enfermedad cerebrovascular, etc.)
con frecuencia conducen a trastornos depresivos y empeoran el pronóstico negativo
sobre los problemas físicos. Por otro lado, la estos problemas físicos pueden empeorar los síntomas depresivos. Si bien la enfermedad de Alzheimer (EA)
constituye una demencia, el Deterioro cognitivo leve (DCL) representa, en muchas
ocasiones, un estado de transición entre el deterioro asociado al envejecimiento
y el desarrollo de verdaderas demencias.
El DCL se refiere a la alteración cognitiva cuya intensidad no es suficiente
para ser catalogada como demencia, existiendo quejas de memoria, atención,
planificación, etc., confirmadas por una valoración neuropsicológica y sin
alteración en la autonomía funcional para el desarrollo de las actividades de
la vida diaria. La importancia, por tanto, de detectar un DCL es la de
identificar y tratar a un grupo pacientes ancianos que potencialmente pueden
progresar a una EA. Se considera que el desarrollo de síntomas psicológicos y
conductuales (delirios, alucinaciones, agresividad, depresión, ansiedad,
irritabilidad, alteraciones del sueño, entre otros) favorece el deterioro
cognitivo y la progresión a EA en los pacientes con DCL, además de disminuir la
calidad de vida, empeorar las alteraciones funcionales y aumentar el desgaste
del cuidador y eventualmente acelerar la institucionalización del paciente.
Con todo ello, no resulta extraño pensar que el abordaje diagnóstico y terapéutico de la diversa y variada patología psiquiátrica y neuropsiquiátrica del anciano, requieran de un equipo multidisciplinar integrado por diversos especialistas (psiquiatras, neurólogos, neuropsicólogos, médicos internistas, rehabilitadores entre otros) además de otros profesionales sanitarios (fisioterapeutas, logopedas, terapeutas ocupacionales, enfermeros, auxiliares, etc.) que valoren al paciente como un todo, y no como una parte.
La Clínica Mediterránea de Neurociencias ofrece este recurso
asistencial mediante estancias de corta duración en la Unidad de
Psicogeriatría, coordinada por especialistas en psiquiatría y dirigida a
pacientes ancianos psiquiátricos con patología aguda (trastornos depresivos,
trastornos maniacos, trastornos delirantes, trastornos de ansiedad, etc.) o con
síndromes geriátricos (deterioro cognitivo, trastornos de conducta,
pluripatología y polifarmacia, etc.). Para ello, la Unidad de Psicogeriatría
tiene a su disposición las magníficas instalaciones de la Clínica Mediterránea
de Neurociencias, destacando la Unidad de Hospitalización de corta estancia,
salas de terapia, salas de estimulación e intervención cognitiva, salas de
actividades de la vida diaria, gimnasio de rehabilitación física, piscina
climatizada, entre otras, con el fin de ofrecer una atención personalizada y
multidisciplinar al paciente anciano.
Dra. Eva Pomares Arias
Neuróloga
Lda. Begoña Martínez Pelegrín
Neuropsicóloga clínica
Coordinadora de la Unidad de Daño Cerebral
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