miércoles, 30 de enero de 2013

SENTIMIENTOS HUMANOS


Paloma C. Navarro Gómez. Psiquiatra.
No existe un ser humano que no haya conocido sentimientos y emociones como envidia, odio, amor y deseos, de forma más o menos constante.

Una de las diferencias con los animales es que tenemos razón y capacidad de decidir qué actitud tomamos frente a la vida, tenemos capacidad de amar sin censuras u odiar “a muerte” y capacidad de poder disfrutar a veces de nuestros deseos.

Hay otras veces que es al revés, hay decisiones vitales en las que no nos permitimos desear cosas y lo reprimimos de forma consciente o de forma inconsciente y aparecen  en este último caso cuadros en psiquiatría complejos como la patología psicosomática o cuadros de histeria (cojeras psicológicas, gritos incontrolables, parálisis del brazo sin causa médica, etc.) que tan frecuentes eran en el siglo XIX (el siglo de la represión del deseo como estilo vital).

El sujeto mezclado con la realidad, el “individuo social”, tiene que tener conflictos. Es imposible que un terapeuta trabaje “bien” con una persona sin tener en cuenta el contexto social en que vivimos ¿son las mismas demandas de hoy en psiquiatría que las que había después de la guerra civil? El equilibrio del individuo pasa obligadamente por las tres dimensiones fundamentales en su vida: la pública, la privada y la íntima (estar en paz contigo mismo): en todas influye el contexto social en que nos toca vivir, sobre todo en la parte íntima.

Tan importante es el contexto social, que en la revolución romántica del XIX se veía normal batirse en duelo dos hombres para salvar su honor, era un acto normalizado socialmente que hoy nos parecería ridículo o la “alienación” a la que ha estado sometida en otras épocas la mujer española, al mantenerla en un estado de estupidez perpetuo y que tanto llenó las consultas de psiquiatría de analfabetismo, incomunicación y miedo a expresarse, problemas sexuales, viudedad forzada, depresiones leves sustentadas sobre conflictos psicológicos (hoy llamadas distimias) etc.

AGRESIVIDAD
El ser humano tiene agresividad innata. Pasar de la agresividad a la violencia es un acto voluntarioso. No se puede hacer en el sentido ético, humano ni social. Hay personas más agresivas que otras, pero la razón y los valores que cada uno se va construyendo en un largo camino personal, te pueden  permitir parar ese huracán.

Tantas horas al día haciendo cosas que no queremos… normal que vayamos acumulando grandes dosis de rabia, la cual está muy relacionada con la capacidad de expresar lo que queremos realmente hacer o no. Unos sienten la rabia en la mandíbula, otros en los puños, otros en los músculos  y otros tienen el mecanismo de defensa mental tan estructurado que, en vez de notar corporalmente que están rabiosos, la persona se va a comprar compulsivamente al supermercado varias cosas que no necesita o  pone el coche a 180 Km. En la consulta nos percatamos que debajo de personas rabiosas contenidas, lo que hay es mucho dolor y a veces un trastorno depresivo enmascarado. No sé en qué punto vamos creciendo y considerando que sólo la gente que siempre está templada es la que está en paz consigo mismo.


ODIO
Un gran terapeuta dijo “a veces las aguas más tranquilas, son las más podridas”.

En esto de lo sentimientos el concepto de normalidad induce a confusión. Hay amores anómalos y odios normales y pasajeros. El odio va encaminado a la destrucción literal de alguien, ésa es su función. Hay gente que no conoce el odio, tampoco podría entenderlo, es como que un ciego entienda lo que es el rojo ¿quién no habrá odiado alguna que otra vez?.
Odiamos con la pretensión de que nuestra identidad esté a salvo de ese alguien que la amenaza, luego pienso que cuanta mayor integridad y seguridad personal, menos odio existirá en mí. Nadie feliz, satisfecho de sí, puede odiar compulsivamente.
El odio inducido es un aprendizaje emocional y sentimental; es decir se aprende a odiar también. Esos odios que se transmiten de generación en generación son el resultado de ese aprendizaje. Esto se ve claro en los jóvenes de hoy (el odio une al grupo adolescente). Odiar tiene su precio: es ese estado de impotencia y amargura que no te deja vivir en paz.

No por el hecho de que nos paguen, los terapeutas tenemos que decir a todo que esta bien, lo que podemos ofrecer en terapia es confianza y no enjuiciar ni censurar. La violencia es una conducta indeseable de la que tú eres responsable y si se trabaja en terapia hay que empezar por ahí, por dar la responsabilidad del acto.

Calificar si es normal o no un sentimiento por el objeto que lo provoca es un grave error, se puede amar y desear a personas, cosas, plantas (se puede amar una rosa), animales (Francisco de Asís amaba a los lobos, a los perros, etc.), deportes, aficiones, etc.

DESEO
Hablando tanto de derechos humanos, el individuo “tiene derecho a sus deseos”. Que luego pueda llevarlos a cabo dependerá de varias cosas; desear un objeto inalcanzable por el motivo que sea te llevará a la fantasía que es más patológica que la realidad.
El rechazo mental del deseo (no aceptarlo) conduce a la represión y aparecen los conflictos emocionales que acaban produciendo ansiedad, obsesiones, fobias, enfermedades físicas, etc., o lo que es peor, insatisfacción contigo mismo.
 
Todos somos responsables de ir satanizando emociones y sentimientos normales y enjuiciando a aquellos que se permiten lo que nosotros no podemos. Muchas veces cuando alguien critica ferozmente y con saña algún sentimiento o emoción del prójimo, es por no poder permitírselo él  y además, te lo muestra como una hazaña, “mira yo es que soy así, eso no lo necesito”. La tolerancia en este sentido, parece que pasa por mirarte más que al otro, tus necesidades y carencias emocionales. Una cosa es criticar y otra difamar o calumniar a alguien, esto es una forma sutil de odio.

 
TRISTEZA
Si partimos de que la agresividad, el deseo, el odio, la envidia y la tristeza es algo normal en el ser humano, en psiquiatría hay que prestar atención a las quejas físicas del paciente, por que los sentimientos reprimidos salen en forma de úlceras, de dolores de cabeza, dolor de articulaciones (enfermedades psicosomáticas). El cuerpo se defiende como puede. Mejor sentir que reprimir.
El ser humano en el siglo de oro del positivismo máximo, no puede estar triste, la tristeza vital como emoción normal, no se tolera. Nos decimos todos “me estaré poniendo enfermo”, “no podré soportarlo”, incluso lo notamos también en el consumo de tabaco compulsivo, con alcohol a borbotones, comida a deshoras, llamadas a móviles y facturas impagables o incluso tomando antidepresivos. Nos inventamos como los norteamericanos depresiones sustentadas sobre los acontecimientos vitales normales ( los life events) como la depresión posvacacional, la depresión del nido vacío, la depresión por un divorcio, son estados normales de tristeza vital, salvo que realmente la persona no pueda superarlo sola o sea duradero.

 
SENTIMIENTOS QUE FLUYEN

Los sentimientos nos ofrecen una amplia gama que debemos tener presentes y manejarlas con sabiduría.
La agresividad nos defiende del peligro como los animales, el odio nos permite a veces deshacernos de quien nos estorba aunque sea fantaseando y mentalmente, la tristeza vital es parte de la vida. El camino de buscar tu propio proyecto de identidad se asemeja a las aguas de un río, ir conociéndolo es aceptar las emociones normales sin censurarlas, no mirar tanto el agua del otro, contemplar tus propias aguas, ruidosas y turbulentas cuando las necesites, calmadas y en paz en otras, pero cada vez las verás más transparentes y limpias. El río está en movimiento, nuestros sentimientos también.

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