Psicólogo. Servicio de Psicología y Psicoterapia
Los medios de comunicación nos
bombardean sobre el aumento del consumo de determinadas drogas en nuestro país,
así como con campañas publicitarias sumamente agresivas sobre los daños de los
consumos de drogas. Los padres están muy preocupados sobre lo que hacen o dejan
de hacer sus hijos al respecto. Algunos, incluso, consideran el consumo de
drogas como una de las lacras de nuestra sociedad globalizada. Mientras, una
proporción importante de gente joven (y no tan joven) las consumen, incluso
haciendo apología de ellas.
Parece que estamos en una
sociedad polarizada con respecto al consumo de drogas, de tal manera que al
hablar de ellas: o uno está a favor de su consumo y su legalización, o uno está
en contra de ellas adoptando actitudes de demonización. Es como si no existiera
un término medio: o son buenas o son malas. Quizás olvidamos que las drogas son
sustancias que al ser ingeridas producen una
serie de reacciones fisiológicas y emocionales. Quizás olvidamos que las
sustancias son entes inanimados que por sí solas son inocuas. Quizás olvidamos
que el hecho de consumirlas es una decisión individual y que dependiendo de
muchos factores – conocimiento sobre los efectos, estado emocional en el que
nos encontramos antes de ingerirlas o expectativas que tengamos sobre ellas- el
efecto será uno u otro.
Por eso me gustaría limitar el
concepto de droga. Se podrían catalogar
con respecto al efecto que producen en el sistema nervioso, a la distinción
entre drogas duras y drogas blandas o la distinción entre drogas legales e
ilegales. Entrar en cada una de estas categorías poco aporta al tema, por eso prefiero
hablar de drogas en términos de usos o
abusos.
Con respecto a cualquier droga se
consideran cuatro posibilidades de consumo: la decisión de no consumirla, el consumo esporádico o habitual
controlado, el abuso y la dependencia.
El primer tipo no despierta
ninguna duda. Los segundos son los que, aún consumiéndolas, éste no afecta a
sus actividades diarias. Los del tercer grupo son los que, a pesar de que
pueden estar temporadas sin ingerirlas,
cuando lo hacen sufren consecuencias perjudiciales en el área personal y de
salud, en la relación con las personas de su entorno y/o dificultades
económicas, laborales o legales. Finalmente, el consumidor dependiente es el
que toda su vida gira alrededor del consumo de la sustancia. James Frey lo
describe en su libro “En mil pedazos”: “Un
adicto es un adicto. Da igual la raza, el estatus social o económico. Da igual
que la adicción sea de drogas, alcohol, crimen, sexo, compras, juegos de azar,
comida, televisión o los Picapiedra. La vida del adicto es siempre igual. No
tiene emoción, no tiene atractivo, no tiene diversión. No hay momentos buenos,
no hay alegría, no hay felicidad. No hay futuro y no hay salida. Sólo una
obsesión (…)”
Con respecto a la existencia de
drogas en nuestra sociedad, es necesario asumir que las drogas han coexistido a
lo largo de la historia de la humanidad, la búsqueda en el ser humano de elementos
que le hagan sentir placer y eviten el malestar es una constante. La cuestión
está en que hay personas que pueden controlar su consumo y otras que no pueden
hacerlo. Casanova decía al respecto “En
manos sabias, el veneno es medicina; en manos necias la medicina es veneno.”
¿De qué depende, parafraseando a Casanova, ser un sabio o un necio en
lo que respecta al consumo de drogas?
Primeramente es necesario conocer
la sustancia que se consume, efectos y dosis de seguridad. En segundo lugar es
primordial tener diferentes inquietudes, pues las sustancias pueden ser un
medio de profundizar en uno mismo, pero no el único. En tercer lugar es
necesario tener un equilibrio entre el trabajo, el ocio y las relaciones
familiares. Finalmente capacidad de autocontrol. Con respecto a esto último Burke decía “Está dispuesto en la constitución eterna de
las cosas que quienes carecen de moderación no pueden ser libres. Sus pasiones
forjan sus grilletes.”
El consumidor de sustancias,
especialmente de aquellas que son adictivas, ha de ser consciente de que cuando
uno ha pasado la barrera del consumo no problemático, entendiéndose éste por
consumo esporádico o habitual, al consumo problemático, ya sea en forma de
abuso o adicción, no hay posibilidad de retorno. Puede conseguir la
abstinencia, en muchos casos es necesaria la ayuda de un equipo
multidisciplinar (psicólogos y psiquiatras) especializado en el tratamiento de
adicciones para conseguirla, pero es improbable que consiga volver a tener un
consumo moderado de dicha sustancia; incluso aunque fuese capaz de adquirir las
habilidades comentadas en el párrafo anterior, la droga ha quedado registrada
en ese cerebro y un solo consumo sería suficiente para volver al consumo problemático.
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