Últimamente,
existe una considerable alarma social, acerca de los problemas de conducta en
los menores. Conceptos como adolescentes problemáticos, niños tiranos, chicos sin
valores, etc., han pasado a formar parte del vocabulario de todos.
Es
cierto que, ha aumentado la prevalencia de casos de niños y adolescentes con
problemas de conducta, lo indican las cifras oficiales y la experiencia de
psiquiatras y psicólogos que trabajan en el ámbito clínico y social.
Cuando
hablamos de trastornos de conducta nos referimos a comportamientos que sobresalen de la normalidad, por su
frecuencia, intensidad, duración o impacto en el entorno.
Uno
de los factores que incide en la aparición de esta problemática, es el estilo
educativo de los padres. Este estilo se refiere al conjunto de actitudes,
comportamientos y criterios que aplican los padres en la crianza de los hijos.
Se denominan estilos porque mantienen una estabilidad a lo largo del tiempo.
Principalmente
existen tres estilos educativos: estilo
autoritario, permisivo y democrático.
El
estilo educativo autoritario se basa en la imposición de normas, una baja
afectividad y comunicación, rigidez en los castigos y alta exigencia. Este
estilo sería el más utilizado en generaciones anteriores, donde la obediencia y
sumisión a los padres y sus deseos era una máxima en las familias.
El
estilo educativo permisivo se caracteriza por normas muy laxas, poca autoridad,
alta expresión de afectividad, bajo nivel de control, encomendar la educación a
otros agentes, como la escuela, refuerzos inmediatos y sobredimensionados. Este
estilo sería el utilizado por los padres de la última generación, en el que se
valora el refuerzo o bienestar inmediato antes que la confrontación o el
mantenimiento de normas o límites.
El
estilo educativo democrático por el contrario se da en familias con altos
niveles de comunicación y afectividad, establecen límites y normas claras, se
mantienen en el tiempo, refuerzo de logros y control sobre los hijos, pero
control que permita realizar actividades de manera autónoma.
Cada
uno de estos estilos va a influenciar en el comportamiento y autoconcepto de
los niños. La mayoría de los psicólogos coincidimos en decantarnos por un
estilo educativo democrático, en el que se produce un equilibrio, entre el afecto
que se les proporciona a los niños y la autoridad necesaria, para que puedan
respetar los límites que se imponen en casa
y con los que en muchas ocasiones no estarán de acuerdo.
No
hay que tener miedo a ejercer autoridad como padres, imponiendo normas y
límites coherentes, porque éstas no son una cuestión de poder, sino una manera
de ordenar los espacios y relaciones, de
cada uno de los miembros de la familia.
Establecer una comunicación rica, mantener las normas y las consecuencias de su cumplimiento, promover un alto nivel de afectividad y fomentar la autonomía, son algunas de las premisas fundamentales que van a producir una tendencia de comportamiento en los menores, en la que se minimizará el riesgo de padecer trastornos de conducta.
En
los últimos cincuenta años, se ha producido un movimiento de péndulo, pasando
de una educación severa y rígida a excesivamente permisiva. Lo más sensato sería encontrar un punto medio,
un equilibrio, que permita a los niños desarrollarse de manera óptima, en este
entorno actual.
Raquel Pérez Matas. Psicóloga Infantil.
Servicio de Salud Mental del Niño y del Adolescente
Clínica Mediterránea de Neurocienciaswww.cmn-alicante.com
Servicio de Salud Mental del Niño y del Adolescente
Clínica Mediterránea de Neurocienciaswww.cmn-alicante.com
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